miércoles, 9 de noviembre de 2022

TEXTO DE LA ENTREVISTA QUE REALIZÓ ROBERTO GONZÁLEZ-QUEVEDO GONZÁLEZ A JOSÉ FEITO FERNANDEZ Y PUBLICADA EN LA REVISTA CULTURES Nº 25 DE 2021. VERSIÓN EN ESPAÑOL . ES PUBLICADA AQUI EN 6 FRAGMENTOS SUCESIVOS

 Entrevista a José Feito               Cultures 25   2021

 

1. Siendo muy joven llegaste al mundo rural asturiano desde la emigración asturiana en Cuba. ¿Qué recuerdos tienes de aquella sociedad campesina que encontraste en Lavio (Salas)?

 

Corría el año 1952. Fue un choque de triple magnitud. De un país a otro, lo que incluía de un idioma a otro. De una ciudad cosmopolita al campo; y a un campo atrasado: pervivía y pervivió hasta hace poco la clase social campesina, la hacienda campesina; pervivía la venta de excedentes en mercados de cercanía y el trueque - fenómenos que se prolongaron hasta la primera mitad de los sesenta, cuando entró la monoproducción láctea y la hegemonía monetaria. De una sociedad liberal y laica a una sociedad sometida a reglas rígidas de aquella Iglesia Católica y de aquella Dictadura.

Para mi fue el inicio de un nuevo periodo de enculturación o socialización. Años más tarde (1959), ya en Oviedo, solo recuerdo dos cambios significativos con relación a Lavio: la existencia de la Biblioteca de la Diputación Provincial (cuyo Director era D. Lorenzo Rodríguez Castellano) y el poder tener clases donde explicaban las lecciones (destacando las clases de Matemáticas de la Señorita Santamaría.

A mi llegada a Asturias me sorprendieron las golondrinas (un pájaro que volaba a ras de tierra), las mujeres fregando el suelo de rodillas (en La Habana se,fregaba el suelo con una “T” de palo), la vejez de los coches (¿cómo logran andar esos “fotingos”?), la cantidad de remiendos que llevaban los vestidos de algunas mujeres (no se sabía cual era la tela originaria). Los pasteles con moscas en el Musel. La naturaleza exuberante se asemejaba a la de los ‘comics’ de Tarzán - “muñequitos” les llamábamos en La Habana-.

Mi primer contacto fue difícil y duro. Tuve que adaptarme a un mundo que para mi era un mundo muy alejado y brutal .... La pobreza, la ignorancia, la injusticia que se vivían en ese mundo me resultaban muy hirientes.Era un mundo sin atractivos, estático... Mi madre siempre me dijo “hay que hablar con todo el mundo” y en esto, siempre la obedecí, aunque  no comprendiera porqué me hacían preguntas sin sentido, “¿solo con la intención de oírme hablar?”. En todas las casas había alguien que había estado en Cuba (aunque imitaban muy mal la forma de hablar de los cubanos). Otros aún estaban en Cuba. Corría el año 1952. Aun reciente el final del racionamiento; aunque solo una vez, llegó a la escuela leche en polvo y mantequilla de USA (el maestro D. Luis Iglesias, con buen criterio, no quiso que enviasen más; leche y mantequilla teníamos en Lavio). Yo venía de leer/ver “comics” a todo color (Tarzan, Superman, Popeye, El LLanero Solitario, Mandrake El Mago, etc., etc.). No había ni “cornflakes”, ni Cocacola, ni “africanitas” (chocolatinas), ni “rositas de maiz” (palomitas de maiz) .... Finalmente, mi madre accedió al aceite de oliva envasado en una lata grande, puesto que el mejor del considerado normal, nos obligaba a salir tosiendo y corriendo de la cocina ... Las “papas pulientas” me gustaron mucho (tenían un sabor muy parecido a los ‘cornflakes’, pues ambos productos contenían maiz tostado).

Para completar el contexto histórico debemos añadir: regreso de los embajadores (1953), aceptación de España en la ONU (1954), firma del Concordato con la Iglesia (1953), firma del tratado hispano-americano (1953).

En unos dos años me bautizaron (en Cuba, poco antes de venir), hice la Primera Comunión (en Lavio) y la Confirmación (nos llevaron en la caja de un camión a La Pereda -Concejo de Tineo-). Y tuvimos unas misiones a cargo de un fraile con la Virgen de Fátima (“Yo no voy a la iglesia/porque estoy cojo/ pero si a la taberna/poquito a poco...”). Oí hablar de Dios, del Cielo y del Infierno, por primera vez. La preocupación religiosa me ocupó y atormentó con dudas durante mucho tiempo. La víspera de la Primera Comunión me aislé en casa para evitar la enorme gravedad que significaría un pecado antes de comulgar ... y los otros niños venían a provocarme para que pecara ... cosa que no lograba comprender, pues ellos también pecarían (además de la maldad que suponía hacer pecar a otro).

 

Tuve una etapa prolongada en que el campo y sus habitantes era objeto de mi preocupación política (en primer lugar) y subsidiariamente teórica.

En el aprendizaje del idioma local se presentaron conflictos de coherencia. Así, mis informadores eran con frecuencia los otros niños: “fonte” es la del agua y “fuente” la del arroz con leche, “morrer” es de los animales y “morir” de las personas. Otra cosa que me resultó muy llamativa y que resultó cierta: “didos, los de las manos, ia didas las de los pías”. “Huel a morrina” y todavía es el dia de hoy en que no sé si es el olor de un animal muerto o “una culuebra parida”.

Entre las cosas buenas destacan el maestro D. Luis Iglesias Secades. Y el juego de bolos (modalidad batiente). El cura, Don Ramón, con el que asistí al catecismo, se mostraba comprensivo con la “heterodoxia” de mi familia. Así, por ejemplo, mi padre nunca pisó la iglesia. No nos hablaba nada en contra de la Religión, pero si nos decía que la iglesia era un lugar insano por la humedad y el frío.

Mi padre no tuvo ningún tipo de problema con la Iglesia. Y con los antiguos falangistas me quedó grabada una conversación (o no- conversación) en Ca Fernando (una de las 4 tiendas-bar del pueblo, en 1954) en la que estaban sentadas cuatro o cinco personas en la única mesa del local y mi padre, delante de una copa de anís corriente cada uno. Solo recuerdo que decían uno y otro, repetitivamente, “es la guerra”, “era la guerra”.

Sí fue interrogado una vez por Ramos (Jefe de la Brigada Político-social de Asturias), pero creo que debieron ser buenos los informes del cura y de los ex-falangistas del pueblo y no volvió a ser molestado.

En el intercambio de conocimientos infantiles, yo enseñé a hacer cometas (realmente solo aprendió mi compañero de pupitre y amigo hasta hoy, Joaquín García Cuervo -Xuaco Ca Cífaro-) y yo aprendí a hacer “trapiel.las” para cazar pájaros, ‘rique-raques’, xiplos y roncones, y pozos automáticos con la ramas de  calabazones (según el principio del sifón).

Mi primera salida (15 años) fue a San Juan a Las Rubias. Andando por la carretera general (La Espina - Canero), después de bajar los 3 kas que van de Lavio a El Parador de Castañeo. (6 + 3 = 9). Llevaba una corbata ancha rojiza y de rayas inclinadas. Baile con una chica, que me invitó a ir a su casa a cenar, donde me presentó a su padre, Celedonio, con el cual conversé bastante. Había estado condenado a muerte en la guerra civil y lo había salvado su mujer que era enfermera de la Sección Femenina. Nos hicimos amigos. Me adió su teléfono y cuando fui a vivir a Oviedo, lo visité en la Calle Covadonga, donde vivía. Poco después, me prestó el libro de Eugenia Astur sobre el General Riego (que leí varias veces). Y su hija, guapa dama, era mayor para mi y se casó con uno de aquellos estudiantes hispanoamericanos que estudiaban Derecho en Oviedo.

Las vivencias de esa etapa hicieron que ciertas lecturas posteriores tuvieran gran eco para mi. Tales como: “Historia universal de Paniceiros” (de Xuan Bello), “De mis fatigas” (triología de John Berger) y “Contos da montanha” y “Novos contos da montanha” de Miguel Torga. Y “La lluvia amarilla” de Julio Llamazares

 

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