miércoles, 22 de mayo de 2013

LEGAZPI EXPONE EN LA GALERÍA CORNIÓN (GIJÓN /ASTURIAS / ESPAÑA


LEGAZPI EXPONE EN LA GALERÍA CORNIÓN

Gijón (Asturias / España)


Testigo de las persistentes apariciones y tránsitos a orillas del Narcea, me llega la noticia de que Legazpi costeaba ahora por Gijón. No me quedó más remedio. Preparé avío de viaje.

Lo último que había visto de Legazpi era un caminante, un nauta, un peregrino, un migrante, paradójicamente sobre una tabla de surf y apoyado en una lanza Masai; mochila al hombro, que bien pudiera ser una gaita. Gama de azules, desde el desteñido, pasando por el cobalto hasta el marengo ennegrecido y el morado oscuro. Toques de rojo luminoso (rojo muy discreto, lejano del explosivo de Luis Feito). Asoma un amarillo verdeante.

La tabla de surf podría ser simultáneamente un cocodrilo, con lo cual estaríamos, una vez más, en el Narcea, allí donde se produce el nudo más gordiano, el asterisco corrido en el mapa (caseta pinturera – escombrera – carreteras concurrentes y recurrentes: La Cabruñana, Pravia, Oviedo y Cangas del Narcea, Cornellana y Salas).

Mis últimas largas conversaciones con Legazpi fueran en el año 1997, año en que dieron el golpe de gracia al Seminario Valle del Ese (llevaban más de 10 años intentándolo - pero este es otro tema que requiere tratamiento monográfico - sonaba música de bolero y caía una noche densa, donde cualquier transparencia comenzaba a ser considerada pecado) (1).

Pero estábamos camino de Gijón (esa ciudad importante, donde todo es grande – últimamente apareció una serpiente gigante, mayor aún que la de Pola de Laviana). Sala Cornión. Hermosa librería y hermosa sala de exposiciones. Situada a espaldas del Paseo de Begoña. En la sala Cornión expone Legazpi esculturas (principalmente) y relieves desde el 10 de mayo al 8 de junio de 2013.

Las esculturas de Legazpi: impresionantes, inquietantes. El tratamiento de los materiales: primoroso. El manejo de la herramienta: magistral. Una muestra sobresaliente de oficio, de maestría. Y con una carga muy densa se símbolos y conceptos. Angustia, trascendencia, contingencia, ... Y causalidad y no-causalidad: causalidad lineal, causalidad estadística (ante la incertidumbre), causalidad de complejidad arborescente, causalidad sistémica (allí donde el efecto se convierte en causa de sí mismo) e indeterminación (del tipo cero/cero, infinito/infinito).

Las esculturas que expone Legazpi son agrupables en cuatro bloques (en mi lega percepción):

1. La madre. 2. El encierro. 3. Los traficantes. 4. Las huidas.

1. La madre.
Tema central: la madre. No se percibe traza alguna de  psicologismos (tan provincianos).
“El sueño de la matriarca” (Madera y pigmentos acrílicos). La madre que protege y limita. Va unida al patrimonio, una vaca, a lomos de la cual va el hijo.
“Parcela matriarcal I” (Madera y pigmentos acrílicos). La madre y su vientre son la casa. Madre y vientre están juntos, pero separados.
“Parcela matriarcal II” (Madera y pigmentos acrílicos). La madre protege la navegación del hijo, pero no la coarta.

2. El encierro.
Percibo como tema central el encierro, el bloqueo. Se trata de personajes circunscritos por constructos o habitáculos.
“La topera” (Madera y pigmentos acrílicos). Aquí el constructo es sotánico o subterráneo.
“El celador” (Madera y pigmentos acrílicos). Dos personajes contiguos pero aislados entre sí y con el exterior por los constructos que los delimitan. Uno parece trabajar en un taller. Otro, encapsulado con un árbol pelado y con los pies en hormigón. Una ventana abierta que, precisamente, está vacía, no hay personaje asomándose.
“El vigilante del rebaño” (Madera y hierro). Un poblamiento carente de personas visibles. Entre las casas sobresale una con aspecto de campanario o torre – vigía. Por encima de todo ello una superestructura consistente en las aristas de una pirámide rectangular que porta una cabra, portadora, a su vez, de un hombre en cuclillas y con una guiada en la mano. Da la impresión de que el que yo supongo vigilante se encuentra inmovilizado en una posición incómoda que le resta toda libertad. Observada esta pieza con mayor detenimiento constatamos que la cabra es solípeda o cabra – caballo. Es decir, carece de la pezuña hendida típica del íncubo y también del cabrón común del área. Área, por cierto, que registra gran riqueza de relictus y endemismos, así como mutaciones, de cuyos avistamientos en campo ha quedado cumplida constancia en la literatura al uso. Por otro lado, cabe señalar, la hipertrofia de la ubre, lo que indica que se trata de una cabra lechera, propia de tierra de quesos, a contracorriente de la monoproducción masiva de leche de vaca frisona (tan delicadamente retratada por Úrculo).

3. Los traficantes.
Agrupo bajo este epígrafe dos piezas. Ambas representan personajes, parece ser, más cercanos al estraperlo que al comercio justo (dicho sea para por horquillar un intervalo).
“El mercader de símbolos” (Madera, hierro y pigmentos). Con carcaj al hombro, camina encorvado por el peso que transporta. En el carcaj, cuatro banderas de cromatismo suave, difuminado, diluido, sfumato … lejos, nuevamente, de las rotundas rojas pinceladas de Luis Feito (que, por cierto, también es de este área geográfica).
“El traficante de contingencias” (Hierro, resina y pigmentos). Campana en mano, la tañe para atraer la atención sobre su mercancía, que transporta en una jaula alta, provista de ruedas. Dentro, varias calaveras … Puede resultar ambivalente. En una interpretación plausible, este personaje mete miedo, nos recuerda que somos contingentes, que no tenemos nada seguro, que vivimos en riesgo permanente. En este caso, el traficante no vendería las calaveras (estas formarían parte de la publicidad), sino el remedio contra la contingencia, contra el riesgo. Vendería seguros, vendería la constitución de fondos para cubrir el riesgo, para cubrir la contingencia. Vendería aprovisionamientos. Contribuiría a evitar una prima de riesgo excesivamente elevada. En la jerga de la auditoría de cuentas las contingencias deben estar adecuadamente cubiertas con aprovisionamientos.
En esta línea, faltarían dos personajes: el agrimensor y el pesador.

4. Las huidas.
“Huida (Ícaro)” (Resina, fibra de vidrio, hierro y cuero). Las alas pertenecen al cuerpo del personaje. ¿Qué mata a Ícaro? ¿El calor que derrite sus alas? ¿O la luz que acaba con las falsas representaciones?
“La huida” (Hierro, resina y pigmentos). Un hombre sobre un aeroplano del que penden casas de ambas alas. Huye sobrecargado de peso. ¿Llegará lejos?
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Larga conversación con Legazpi y un grupo de amigos inteligentes y cultos. Continuada, como no podía ser de otro modo, en el vecino café Dindurra
El Comercio celebra el 20 Aniversario del último desembarco de un carguero cargado en Asturias. La lluvia nos impidió visitar a Evaristo Valle. Gijón (esa ciudad importante, donde todo es grande – últimamente apareció una serpiente gigante, mayor aún que la de Pola de Laviana). Y por más que digan, la Mina de la Camocha no va bajo el mar, va por carretera y en camión al Muselón.
Es imprescindible ir a Gijón, esa ciudad grande (la más grande de Asturias) para ver en la recoleta Galería Cornión la exposición de este artista que vive a orillas del Narcea.

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(1) Se trataba del XI Seminario Valle del Ese, cuya línea central era: “Cultura, organización, desarrollo”. Entre los comunicantes estaban: Fernando Alba, Manuel Linares, Emilio Marcos Vallaure, Xuan Bello, Rafa Lorenzo, Alvaro Ruiz de la Peña, Vicente Riesgo, Macrino Suárez, Roberto González Quevedo, Guillermo García-Alcalde, Teresa Lorences Manolo Quirós, José María Rodríguez, José Avello, Ramón García Avello, Joaco López, Jesús Suárez … El Seminario Valle del Ese se definía como espacio de reflexión, debate, capacitación y consenso sobre estrategias y políticas de desarrollo económico vinculado a territorio-cultura. Plural, interdisciplinar y plurimetodológico; sus convocatorias públicas tenían carácter abierto y publicitado, se celebraban anualmente desde 1987.