jueves, 7 de julio de 2011

MEDIO SIGLO DE CAMPO ASTURIANO: I. El ciclo leche de vaca en Asturias

MEDIO SIGLO DE CAMPO ASTURIANO :

(I/III) EL CICLO LECHE DE VACA EN ASTURIAS

Tanto el crecimiento económico como la evolución económica y social en Asturias (y con ella la evolución de los entornos naturales y culturales) vinieron caracterizados por fuertes excepcionalidades. Es el caso del carbón y del acero. Se trata de procesos carentes de continuidad en el medio – largo plazo, carentes de recurrencias positivas. El agotamiento de un recurso, de una actividad, de un escenario, nos hace desembocar en nuevos escenarios más dificultosos y perversos, cual si de una maldición, esa sí, recurrente, se tratara.

Pero no, no se trata de una maldición. Sucede que la no sostenibilidad de esas actividades venía inscrita ya en sus propias características constitutivas, en su modo de irrupción, en el contexto cultural preexistente y en las políticas practicadas. Sucede que dichas actividades no generaron externalidades positivas, capaces de propiciar actividades económicas diversificadas, ni realimentaron actitudes emprendedoras, ni realimentaron políticas compensadoras o correctoras.

Asturias como “tierra del carbón y del ratón” o “del oso y del acero”, no logró abrir su senda de crecimiento y de desarrollo. Tampoco lo logró ni “la cabra de Cachemira, ni el kiwi. Tampoco lo logró la Asturias del culto cargo, es decir aquella que estaba siempre preparando campos de aterrizaje para el avión cargado de soluciones y dinero, para que tomara tierra aquí la gran empresa definitiva, total y totalizadora, creadora de miles de puestos de trabajo. Y aquella Asturias formulada como un cuerpo con dos alas, quedó cercenada por el reforzamiento de la aglomeración poblacional en el área central; y por la ausencia de proyectos significativos y viables de desarrollo endógeno. Doblemente cercenada quedó la parte occidental de la región, que a todo lo anterior añade el quedar cercenada también desde el punto de vista de las comunicaciones por carretera y de la conexión mediante Internet.

A los ciclos de extracción de hulla y de producción de acero de cabecera, se añade el ciclo de producción de leche de vaca como actividad prácticamente exclusiva y excluyente en el campo asturiano a partir de mediados los años sesenta del siglo XX.

Podemos fijar como fase previa del ciclo de monoproducción de leche de vaca en Asturias el año 1952, con la aparición del Decreto de Creación de Centrales Lecheras y la prohibición de venta directa de leche fresca y como final el año 2000 en el que se percibe claramente el declive y todas sus concomitancias, aunque los fenómenos negativos de fin de ciclo continúen acentuándose durante el primer decenio del s. XXI.

Es mediados los sesenta cuando la venta diaria de leche de vaca por las explotaciones agrarias a las centrales lecheras adquiere un volumen significativo, convirtiéndose en la actividad agraria relevante, que imprime carácter a las explotaciones agrarias y a todo su entorno. Las instituciones locales tradicionales entran en quiebra, desde la familia rural extensa hasta la cooperación y la cultura local sufre fuertes alteraciones.

No surgen instituciones modernas que las sustituyan, con sus correspondientes liderazgos y formas de legitimación del mismo. En suma, la monoproducción láctea determina la vida y la evolución del mundo rural asturiano en su conjunto. Se llegan a mostrar ciertos rasgos de odio hacia todo animal que no sea vaca lechera y hacia todo árbol que no sea eucalipto. La vaca lechera era el símbolo de la modernización, de la innovación, del progreso, del desarrollo. Y uno de los ejemplos a seguir era Holanda, a donde se organizaban oficialmente y con frecuencia excursiones de ganaderos asturianos.

Con las postrimerías del siglo se hace aún más visible lo que ha venido aconteciendo: aceleración en la eliminación de explotaciones, acentuación de la sobre tecnificación (convirtiendo a bastantes en una especie de industrias químicas con importantes efectos de repulsión sobre otras actividades económicas – turismo, transformación alimentaria, por ejemplo – ), descenso del número de cabezas y del volumen producción, incapacidad para producir la cuota asignada. Paralelamente, se acentúa el despoblamiento secular de las áreas rurales, llegando a concentrarse el 80 % de la población en el 20% del territorio.

Ocupando un borde económicamente testimonial del terreno que abandona la vaca frisona, se vuelven a ver las ovejas, las cabras, las vacas casinas (la desdeñada reciella, dejada atrás por el progreso fulminante), los caballos, … luchando en combate muy desigual contra el avance invasivo de la naturaleza más salvaje (a la que se juntan en algunos concejos del occidente las canteras y los parques eólicos). En las relativamente extensas llousas o erías se encuentran abandonadas todas las parcelas haciendo una sumatoria de abandono total en el que llaman la atención especies vegetales desconocidas hasta ahora en el entorno. No es extraño encontrar vacas vagando solas por los caminos, en tránsito de una a otra parcela, cual fantasmas de Pedro Páramo. Tampoco es infrecuente toparse con lugares en los que se han descargado grandes cubas de orín, en lo que parece ser el último abonado, es decir, no se piensa reiniciar el ciclo productivo de la tierra.

De la sacralización de la vaca frisona (es decir, de la vaca de muy alta producción láctea) se llega al sacrificio de los frisones machos neonatos, dado su total ausencia de valor presente y de expectativa de rendimiento económico.

Se ha llegado claramente al final de un ciclo caracterizado por la monoproducción láctea de vacuno, la tecnificación intensiva de las explotaciones, la monetización y la pervivencia del minifundio y la parcelación, la incapacidad para producir la cantidad asignada como cuota regional y el avance de la naturaleza salvaje acompañado por el surgimiento de un mundo subrural, un mundo de sincretismos perversos.

El final del ciclo de monoproducción láctea está siendo caracterizado por el avance de la naturaleza salvaje sobre la naturaleza culta, cercando las áreas pobladas y sus entornos cercanos cultivados, así como por la fuerte presencia de elementos de subruralidad. Estos elementos de subruralidad son detectables en la cultura material (con la presencia de residuos urbanos duraderos, como bañeras, frigoríficos, …), en las representaciones colectivas y en los conceptos manejados para explicar la realidad.

¿No era todo ello claramente visible ya en los años setenta, es decir, hace unos cuarenta años?

Cito textualmente una de las publicaciones de esa época (1978) en las que se suscita el problema (es posible encontrar otras citas similares y bastante anteriores). Lleva por título “paradojas del campo” y dice: “En el campo asturiano persiste un doble minifundismo, por ser pequeña la superficie por explotación y por encontrarse cada explotación dividida en numerosas parcelas. Sin embargo, existen grandes extensiones ociosas, ya no solo de tierra abandonada por el éxodo, sino de superficie de propiedad comunal.”

Hoy, parece que se vuelven a iniciar los análisis sobre el tema, cual si se tratase de otro ciclo, paralelo al ciclo de leche. Se vuelve a hablar de los montes comunales como vía superadora del minifundio endémico del campo asturiano. Se habla, incluso, de nuevos procesos de desamortización que replanteen la propiedad de la tierra en pro de una mayor base forrajera y, por ende, una mayor productividad.

El bloqueo que para el desarrollo supone del minifundismo subsiste sin alterar su etiología en lo sustancial. La cuestión agraria asturiana es una cuestión central para la región. Son de agradecer, por tanto, los esfuerzos de aquéllos que contribuyen a situarla en un primer plano en la opinión pública. Y son de destacar en este sentido los libros publicados por Jesús Arango1 (Ex – Consejero de Agricultura del Principado de Asturias y Secretario de Estructuras Agrarias), de Juan Luis Rodríguez Vigil2 (Ex – Presidente del Principado de Asturias), así como las Jornadas organizadas por el RIDEA (“El futuro del medio rural asturiano”3) y las entrevistas y artículos sobre el tema en La Nueva España (entre otros, el editorial de 14 de febrero de 20104). Imposible de obviar es la cita a SADEI y a su equipo, por su ininterrumpido acompañamiento con datos y análisis a lo largo de los años.

Pero lo que hoy sigue llamando poderosamente la atención, no es el problema, ni el diagnóstico del problema, ni las propuestas de solución. Llama poderosamente la atención esta otra cuestión: ¿como, a pesar de tratarse de un problema diagnosticado claramente hace ya tantos años y con soluciones señaladas desde entonces, ha persistido por encima y al margen de las políticas diseñadas y aplicadas a lo largo de más de 30 años, hasta el día de hoy?.

¿Qué factores no contemplados han intervenido en ello? Tales factores deben existir y deben ser de peso no menor, puesto que han sido capaces de frenar unos diagnósticos y unas soluciones tan claros y tan antiguos y, al parecer, tan compartidos. ¿Cuáles son estos factores que realimentan o han realimentado el estrangulamiento que supone el minifundio, convirtiéndolo en un bloqueo al desarrollo económico del campo asturiano? ¿Residirán acaso en las políticas aplicadas? Hubo efectos no deseados? Hubo efectos colaterales?

Por otro lado, ha habido, sin embargo, intentos (tanto teóricos como prácticos) de desarrollo diversificado y contrarios o complementarios a los ciclos de monoproducción / monocultura, que intentaron vincular el desarrollo a territorio – cultura, basándose en las especificidades positivas; pero no dejaron de ser intentos fracasados o de alcance muy reducido.

Resulta pertinente, por tanto, en nuestra opinión, intentar reconstruir la historia del mundo rural asturiano durante los últimos 50 – 60 años, aunque solo sea de alguno sus rasgos más característicos. Lo intentaremos a partir de algunas experiencias directas.

1 “Montes comunales en Asturias y otras cuestiones agrarias”. Ed. Junta General del Principado y KRK,
2 “Los montes comunales y vecinales de Asturias”. Ed. Trea, S.L.
3 “El futuro del medio rural asturiano”. Coordinadores: Juan Luis Rodríguez Vigil y Benigno Fernández Fano. Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos. Vol. I, 2009 y Vol. II, 2010.
4 Título del editorial: “Los montes comunales y la reconquista del mundo rural”. Curiosamente, en ese mismo número se reproduce en la sección Hemeroteca una noticia de 14 de febrero de 1960: “Asturias necesitaba abrir brecha en la concentración parcelaria, porque es un hecho que sus minifundios hacen antieconómica la explotación agropecuaria, teniendo en cuenta que la hacienda familiar es de tres hectáreas por término medio y que también en general estas tres hectáreas están divididas, atomizadas en parcelas, muy distantes en la mayoría de los casos unas de otras.”

1 comentario:

  1. La serie de tres artículos titulados "MEDIO SIGLO DE CAMPO ASTURIANO" continúan teniendo plena vigencia y estimos que son poco conocidos

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