miércoles, 28 de agosto de 2013

TAMPOCO ESTUVE EN PRAGA - de mis memorias

TAMPOCO ESTUVE EN PRAGA
[de mis memorias]
“¿Qué fuiste a hacer a Praga, Feito? ¿Con quien te reuniste?”. Era el comisario Ramos, Jefe de la Brigada Político – Social en Asturias el que me interrogaba en la planta alta de la Comisaría de Oviedo, justo enfrente del Hospicio, que más se convertiría Hotel Reconquista. Corría la primera mitad de los años setenta.

La tortura en mi caso solo fue psicológica. Siempre sicológica. Tanto en 1965, como al regreso de mi primer exilio (“salir a la superficie”, era la consigna lanzada por Santiago Carrillo) en 1972 y en años siguientes, la policía política del franquismo nunca practicó conmigo la tortura física. Mi primer exilio estuvo rodeado de apoyos en Asturias, en toda España, en Francia (llegué a Paris en 1 de abril de 1965 y Le Monde daba la noticia) y en toda Europa. Tanto la UNEF (Unión Nacional de Estudiantes de Francia, que me ofreció un despacho en sus locales de Rue Soufflot, entre los Jardins de Louxembourg y el Pantheon) como el resto de uniones de estudiantes europeas, me apoyaron. Asistí a todos los congresos que las mismas organizaron, así como a varios Seminarios. Hablé en un mitin de solidaridad con el movimiento estudiantil democrático español en la sala Mutualité. Estuve en el Congreso Mundial de la Paz celebrado en Helsinki en mayo de 1965 (allí conocí a Ángel González, a Antonio Ferres, a Lito La Rebollá (Mieres) entre otros. Allí estaba Pablo Neruda, Bertrand Russel, …). Desde el 1 de abril de 1965 hasta septiembre de 1966 fui el representante de l movimiento estudiantil democrático español en el exterior.

Mi segundo exilio fue interior a la provincia de Asturias y fue originado por el ala más psiquiatrizada del PCE y de sus crupiers y cadys. En un mensaje cifrado transmitido de París por un psicópata a su familia, se decía que yo – no sé en que términos – no era persona de fiar. A mi segundo exilio contribuyó mi punto de vista sobre los entonces llamados “países del socialismo real” o “del socialismo realmente existente”. En amplios grupos de asturianos predominaban ideas que, cuando poco, podrían calificarse de esquemáticas, cromáticas, topográficas, duales, binómicas o bipolares. A ello se añadían mis ideas sobre la necesidad de democracia, libertad y transparencia en un posible socialismo. Recuerdo que a mi ingreso a París desde Berlín, Manolo Azcárate, entre otros dirigentes, me inquiría ante el marasmo en que se encontraban esos países del Este: “Qué salida ves? Se observa algún dinamismo?”. Mi respuesta era rotunda: “No, yo no he notado dinamismo alguno”. Hoy diría que se trataba de sistemas cerrados, entrópicos, incapaces de evolucionar: habían cerrado todas las polémicas de manera autoritaria, militar y habían eliminado (incluso físicamente, mediante tiro en la nuca) a todo marxismo crítico o diferente a la losa de plomo oficial. Así, pues, terminaron colapsando.

Mi tercer y último exilio fue interior a España (me acogió la siempre abierta y siempre grande ciudad de Madrid) y fue originada por la supuesta socialdemocracia asturiana, mejor definida como local socialista. Creí que era posible convivir como técnico (mostrando capacidad y honestidad) en el programa de desarrollo rural denominado L.E.A.D.E.R. (Laissons Entre Actions de Développement Economique Rural). Lo ocurrido, difícil de explicar en aquellos momentos (1996), pudo verse mejor más tarde y con plena claridad en el presente. Diseñé e intenté implantar procedimientos que sirvieran de garantía de transparencia en las decisiones, muy especialmente en las relativas a la asignación de subvenciones. No lo soportaron. Los responsables directos son de sobra conocidos. Algunos ocupan cargos públicos; otros están de moda.

“¿Qué fuiste a hacer a Praga, Feito? ¿Con quien te reuniste?” insistía Ramos, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez …  Tenía pasaporte cubano y no me concedían residencia en España más que de tres en tres meses. Hasta bien entrada la mitad de los años setenta, la Brigada Político – Social ha sido una molestia, una perturbación y una presión en la vida de algunas personas, yo entre ellas.

Y la verdad es que aún, a día de hoy, no he estado en Praga. Es una de mis asignaturas pendientes: visitar la hermosa ciudad de Praga. Estuve en Budapest, en Viena y en Bratislava; y también en Roma, Helsinki, Zurich, Ginebra, Basilea, Milán, y Granada. Todas ellas merecen relatos a parte. Pero no estuve en Praga, en la bella ciudad de Praga, donde Kafka veía las manifestaciones obreras y veía ya como aparecían en ellas las cazadoras de cuero negro de los comisarios políticos.

Estando en Berlín oriental (1970?) falleció en Praga el General Modesto y, claro, de todos los afiliados al PCE residentes en Berlín que tenía una relación cordial con Modesto era yo, motivo por el cual corrió el rumor de que yo debería asistir a los funerales que se celebrarían en Praga, representando a la Agrupación berlinesa del PCE. Pero claro, yo era crítico en aquel contexto, es decir, estaba en contra de la intervención de los tanques soviéticos en Praga y de las tesis pro soviéticas del Coronel Líster (Coronel y no General, pues no aprobó el curso del Alto Estado Mayor del Ejército Soviético). Total, que me quedé sin ir a Praga.

Modesto era una persona muy abierta, afable y se llevaba muy bien con la gente joven. Había sido tonelero en el Puerto de Santa María y afiliado a la CNT. Posteriormente ingresó en el PCE. Yo le conocí en alguna reunión de la organización estudiantil del PCE celebrada en Paris. Líster, sin embargo, tenía un perfil completamente diferente. Era autoritario, esquemático y dogmático. En el Congreso Mundial de la Paz en Helsinki avanzó amenazante hacia mí y se interpuso Ángel González y Antonio Ferres. Y ello como consecuencia de que yo había defendido el funcionamiento democrático de la Delegación Española (lo contaré con todo detalle en otro pasaje de mis memorias).

Praga es conocida por los famosos Juicios de Praga, donde dignos luchadores contra las tiranías nazis fueron torturados y ejecutados por la policía política comunista. Praga era considerado por gentes del tipo Ramos como un centro internacional de organización comunista.

En Praga tenía su sede la Unión Internacional de Estudiantes, cuya dirección se suponía infiltrada por la KGB. La otra asociación internacional de estudiantes era la CIE (Conferencia Internacional de Estudiantes), con sede en Leiden (Holanda); ésta tenía fama de estar infiltrada por la CIA. Los estudiantes demócratas españoles, al igual que los franceses, optábamos por mantener relación con las dos y con cierta distancia a las dos. La UNEF estaba afiliada a ambas. Aún recuerdo mi intervención en un Seminario Internacional de Estudiantes celebrado en Helsinki en el invierno de 1965 (¿) a orillas del mar helado, con un traje de verano que me habían prestado. Ante los enfrentamientos que se registraban entre miembros de ambas asociaciones internacionales, en mi intervención les recordé a ambas partes que “nosotros no hemos vencido aún al fascismo”, es decir, les recordé que ellos habían sido aliados contra las potencias del eje hasta 1945. De este modo conseguíamos el apoyo unánime al movimiento estudiantil español democrático de todas las asociaciones de estudiantes. Y esto era lo que más molestaba al régimen de Franco, tal como me ponía de manifiesto el comisario Ramos: “andar por Europa hablando mal de España”, decía.

En Praga se editaba la llamada Revista Internacional, última reminiscencia de la estructura internacional del llamado movimiento comunista internacional. Era un ladrillo editado en papel biblia, difícil de leer y carente de toda inquietud de búsqueda y de análisis. La verdad era que Praga, aparte de su belleza, era una sociedad aburrida y en la que había menos libertad que en la España de Franco, según pude observar a través de amigos. Si, si, no hay que escandalizarse, es la verdad. En los años sesenta, en esos países, llamados de socialismo real no existían siquiera los equivalentes a las revistas Triunfo y Cambio 16, dicho sea con ánimo ilustrativo.

Roque Dalton, militante del Frente Farabundo Martí de Liberación (El Salvador), intelectual valioso y honesto, autor de Historias de Pulgarcito, formaba parte de la redacción de la Revista Internacional. No soportaba ni la revista, ni la vida amordazada de Praga. Y no la soportó. Se marchó a El Salvador. Se encontraba más tranquilo en primera línea. Y allí, los suyos lo fusilaron después de un juicio sumarísimo.

“¿Qué fuiste a hacer a Praga, Feito? ¿Con quien te reuniste?” insistía Ramos, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez … con la seguridad de quien posee la clave de todas las preguntas. (Cuando me interrogó en 1965, su certeza subyacente, era que detrás del movimiento estudiantil democrático se agazapaban viejos comunistas, cosa que también era totalmente falsa).


Nunca fui a Samarcanda, contaba yo en otro pasaje de mis memorias. Tampoco estuve en Praga.

miércoles, 7 de agosto de 2013

EL HAYEDO DE WEIMAR

 
EL HAYEDO DE WEIMAR
[de mis memorias – 6 de agosto de 2013]

1967. Leipzig. Herder Institut. Excursión a Weimar y aledaños. Nos conduce la profesora de Alemán. Mediana edad, bondadosa y judía. No recuerdo su nombre. Ni tampoco recuerdo los nombres de mis compañeros de clase. Sólo la nacionalidad de alguno de ellos. Un irakí, un libanés, un argelino, un boliviano, un palestino, uno de los emiratos árabes unidos, ….

La casa de Goethe. Los jardines bucólicos, románticos, por don éste paseaba con su amigo Schiller. Ya habíamos bebido alguna cerveza en el Auerbachskeller, allí donde Mefistófeles inició negociaciones con el Doctor, bastante antes de haber leído el Faust de Goethe.

 

En nuestro libro de Alemán figuraba un verso de Goethe:

Mein Leipzig
Lobe ich mir.
Es ist ein klein Paris
Und bildet seine leute

La Bauhaus. Die weimarer Republik. Y después, un corto viaje a los aledaños de Weimar, al „Hayedo“, al „Bosque de hayas“. Que dicho en Alemán pierde toda su trivialidad: Buchenwald. Adquiere el significado de Mal radical, Das radikal Böse.

Jedem das Seine, escrito en letras de hierro sobre el arco que cubre el portón de entrada al campo de concentración de Buchenwald. A cada uno lo suyo, podría ser la traducción al Español. Un gigantesco montón de pelo humano, una lámpara de mesa realizada en piel humana, ….

La profesora me dice que haga un discurso a propósito de la visita a Buchenwald. Naturalmente en Alemán, que era el único idioma común al grupo o, más bien, estaba llamado a serlo. Era mi primer curso de Alemán, casi a comienzo de curso. Con gran esfuerzo logré hilvanar algunas frases. En resumen dije que en el futuro nosotros regresaríamos a nuestros respectivos países, donde seríamos técnicos, profesionales. Que dirigiendo y gestionando aquel campo de concentración (Konzentrationslager) había profesionales y técnicos que consideraban que estaban realizando su trabajo. Y eso era inaceptable. No se pueden aceptar funciones técnicas y profesionales contra la libertad, contra el respeto a los seres humanos, contra 
la justicia … Y que en esos casos no cabía la justificación de “obedecer órdenes”. Había defendido la jurisprudencia del tribunal de Nüremberg. Lo comprendieron todos. Desconozco el grado de aceptación de las ideas expuestas, pero la profesora me felicitó.

Nos paramos en los cimientos del Bloque 40. Era el bloque de nuestro compatriota Jorge Semprún, el cual relata sus vivencias en “La escritura o la vida” (Tusquets Editores. Primera edición: abril 1995). Había sido conducido allí en abril de 1943, tenía veinte años. Unos meses más tarde nacía yo en una clínica situada en un país de retaguardia de la Segunda Guerra Mundial.

Releo los relatos de Semprún. En su conversación con el teniente norteamericano que formaba parte de las tropas que los liberaron, dice: Lo esencial – digo al teniente Rosenfeld – es la experiencia del Mal. Ciertamente, esa experiencia puede tenerse en todas partes ….No hacen ninguna falta los campos de concentración para conocer el Mal. Pongo en negrita y subrayo lo que precede porque he tenido la oportunidad de constatarlo empíricamente en Asturias y en estos concejos cercanos. Y prosigue Semprún: “Pero aquí, esta experiencia habrá sido crucial, y masiva, lo habrá invadido todo, lo habrá devorado todo … Es la experiencia del Mal radical …”

Resulta evidente el enlace con Kant y con Hanna Arendt cuando nos habla de “la banalidad del mal” y cuando nos dice que Eichmann dejó de ser kantiano desde el momento que le asignaron la responsabilidad de organizar la logística de la “solución final”, contra lo cual, según él, sus convicciones y acciones individuales perdían todo sentido.

Y quiero terminar este pasaje autobiográfico volviendo a citar a Semprún en “La escritura o la vida”:

“La singularidad de Alemania en la historia de este siglo es manifiesta: es el único país europeo que le ha tocado vivir, padecer, y asumir críticamente también, los efectos devastadores de las dos iniciativas totalitarias del s. XX: el nazismo y el bolchevismo” (…)”… las mismas experiencias políticas que hacen que la historia de Alemania sea una historia trágica, también pueden permitirle situarse en la vanguardia de una expansión democrática y universalista de la idea de Europa”(…)”Y el emplazamiento de Weimar – Buchenwald podría convertirse en el lugar simbólico de memoria y de futuro.”