Lo último que escuché sobre la grave
situación económica española creo que llevaba el ánimo de añadirle una capa de
tintura bondadosa: la deuda española no es tan elevada, hay otros países
con deuda mucho más elevada, tanto en términos absolutos como referenciándola
al PIB.
Andar a estas alturas con estos paños calientes no hace sino añadir una
mayor gravedad a la situación española en general. Porque, al lado de la gravedad
que supone la textura moral de ciertos individuos que han venido gestionando
los asuntos públicos y al lado de la gravedad que supone la gran opacidad en el
manejo de esos asuntos, decir lo que señalo más arriba significa añadir encima la
incapacidad técnica.
Desde que la crisis reventó en 2008 hasta hoy debería ser suficiente tiempo para tener
determinado el volumen y estructura fiables de deuda consolidada. Y debería,
también, por tanto, tener muy claro que el principal problema no es el volumen
de la deuda (aunque este lo sea y sea de enorme gravedad la opacidad que nos
venido impidiendo conocerlo), el principal problema es que se trata de
endeudamiento a corto plazo.
Dicho de otro modo, los flujos de cobro
son insuficientes para hacer frente al flujo de pagos, los cobros a fecha son
incapaces de enfrentar los pagos a fecha. Esto es lo que llamábamos
técnicamente “suspensión de pagos” y hoy se llama técnicamente “insolvencia
provisional”. Y equivale a tener que endeudarse para pagar deudas vencidas. Y
siempre a un mayor tipo de interés.
Recuerdo dos ejemplos prácticos que viví
hace ya muchos años y que no me resisto a reseñar aquí muy brevemente, aunque
los contaré con mayor detalle en “Empresas
y Proyectos en Asturias 1977 – 1997” ,
texto extenso y laborioso en el que estoy sumergido. (Eran tiempos más
difíciles para negociar con bancos que los que vinieron en los años de comienzo
del s. XXI – a no ser que se dispusiese de alguna conexión con Cajas de Ahorro.
Aún no habían llegado los tiempos blandos).
Un grupo de trabajadores de Gijón me hace
la consulta que sigue. El empresario les regala la empresa. Ellos quieren
encargarme una valoración de la misma, así como un estudio de viabilidad
económica y financiera. Me muestro de acuerdo, pero les advierto: un estudio de
viabilidad precisa un
tiempo de ejecución –estimé en aquel caso
un mes – y se enfrentaría al problema de la obtención de datos fiables – ¿hay
Contabilidad con soportes fiables? ¿Hay Auditoría Externa de Cuentas? – .
Podemos hacer un chequeo rápido, pero
aún así precisaríamos unos diez días. Y les planteé a continuación una cuestión
previa imprescindible ¿Cuánto tiempo aguantarían haciendo frente a los pagos,
especialmente a los renegociados y a los ya vencidos y sin renegociar? La
respuesta no pudo ser más optimista. Aguantarían un mes y con toda seguridad
quince días. Al día siguiente cerró definitivamente la empresa.
Un empresario del centro de Asturias me
pidió opinión sobre un Balance de Situación muy resumido. Me pareció
relativamente muy elevado el saldo de acreedores a corto, no obstante le dije
que precisaba más información: un Balance más desagregado, una Cuenta de
Resultados y algunos datos sobre deudas vencidas, plazos de cobro y plazos de
pago. Bueno, después de varias idas y
venidas me facilitó la información inicialmente suficiente, para decirle
que debería presentar solicitud de Suspensión de Pagos. Suspensión de pagos
jurídica, porque ya se encontraba en suspensión de pagos técnica, hecho que
venía confirmado, entre otras, por la vía de que estaba efectuando
contrataciones urgentes sin margen o con pérdida, con el fin de obtener
tesorería para atender a los pagos que se precipitaban en catarata. Y que todo protocolo que diera indicios de
facturaciones futuras fuera utilizado en los bancos para no desatender pagos
vencidos.